Como un hermano, me convidó su arma para resguardarme de los hambrientos. Puso su mano sobre la mía y la mía sobre su revolver. Disparó dos tiros al aire y sonrió de placer al compartirme su resguardo. Me negué a aceptar su ofrecimiento...
Esteban caminaba por la calle como si fuera la primera vez, esas calles del barrio que de chico fueron circuladas con sus amigos con alguna bicicleta de por medio, o buscando un lugar donde jugar la pelota, de repente se volvieron desconocidos para el.